–¡Leocadia! El pintor la llamaba a cada instante. Desde que la fiebre lo devoraba, Francisco de Goya y Lucientes no se levantaba ni siquiera a mirar el atardecer por la ventana, como acostumbraba al principio de su larga enfermedad. –Leocadia, por favor…– repitió con voz débil. A Leocadia, que estaba en la cocina , le … Continúa leyendo La proeza de Leocadia