Escribe Serio: “A veces parece que las relaciones que no son entre pares subvierten el mundo. Por suerte, pienso, porque el mundo pide a gritos ser subvertido. Alcanza con entrar diez minutos al chat para leer el mantra del miedo, disfrazado de autoestima: «busco a alguien como yo». No hay cosa que defina mejor a un ser humano que su deseo. Y siempre es clasista.»
Frescura, ritmo, desparpajo. Esta última palabra en desuso acaso sea la que mejor define el tono del protagonista de Los machos se duermen primero. Desparpajo al narrar sus andanzas por discotecas, departamentos para pasar una noche que alternan con su mundo onírico. Un mundo que al principio le es negado pero que luego se integrará al relato. Porque los sueños, literal y metafóricamente, cuentan en esta historia. Tienen como protagonistas a íconos populares: Julie Andrews, el arquitecto Alejandro Bustillo, el Coronel Perón o las muñecas que regalaba Eva. Y hay también dos personajes inolvidables: la Yokodama y la Coca Sarlo. Creaciones que sintetizan con humor tilinguería, perfidia, intelectualidad y sentimientos de las nombradas.
Y es con el humor, herramienta privilegiada, que el autor navega la triste idiosincrasia de la sociedad argentina, denunciándola y recreándola.
Las ambigüedades de la Iglesia, de Perón, el morbo de un militar capaz de excitarse con la descripción de torturas en el libro Nunca más, el amor de las abuelas, el mundillo de Puán, circulan por el texto.
Si en todo sueño habita un deseo, el sueño que anima al espíritu de esta historia, con ecos del Puig de Boquitas pintadas, es el de una sociedad sin prejuicios, sin odio entre clases ni géneros, más compasiva y feliz.
María José Eyras,30 de agosto de 2019/ 9 de sept. de 2019