Veinticinco escritores argentinos, desde Sasturain hasta Gambaro, reescribieron textos del Antiguo Testamento y el resultado es un libro sobre la condición humana.
Por María José Eyras

Más allá de las versiones canonizadas por las distintas religiones, su autorización o pertinencia, la Biblia es y será fuente de inspiración artística. Basten como ejemplos, en el plano literario, la tríada formada por El evangelio según Van Hutten de Abelardo Castillo, El evangelio según el hijo , de Norman Mailer y El evangelio según Jesucristo del portugués José Saramago quien también publicó, en estos días, su nueva novela titulada Caín , editada por Alfaguara.
En este caso, a iniciativa de Angela Pradelli y Esther Cross, se invita a un grupo de destacados escritores argentinos a elegir y reescribir historias del Antiguo Testamento. El resultado son originales versiones de algunos de los relatos más difundidos, desde el Génesis, pasando por la gesta salvadora de Noé y la torre de Babel, hasta los libros de Ezequiel, Daniel y Jonás. Se incluyen también poemas que retoman los Proverbios y Salmos y el Eclesiastés a cargo de las poetas argentinas Juana Bignozzi y Diana Bellessi.
Abordados con diferentes matices y tonos, hay relatos que remiten lineal y temporalmente a las Sagradas Escrituras y otros que proponen escenas de ficción contemporáneas, narraciones que apuestan al vuelo poético o que se apoyan en el humor. Sin embargo, comparten un rasgo en común. Como se subraya en el prólogo, en todos los casos, la reescritura de estas historias implica un replanteo anclado en el presente.
¿Cómo pensar, hoy, a los personajes de la Biblia? ¿Quién es Eva? ¿Quién, Judit? ¿Qué queda del protagónico Dios de los hebreos que se presentaba ante los hombres, les hablaba y condicionaba sus decisiones y sus actos? La Eva de la escritora María Granata es –además de la compañía humana que llega para confortar a Adán– un ser consciente de la larga procesión de generaciones que descenderán de ella. Expulsada del Paraíso, percibe la finitud de la vida, los vaivenes de dicha y sufrimiento que acarrea el porvenir y esta intuición la condena, acaso, al amor: «Necesitó sentir el abrazo de Adán, perderse para siempre en su calor.»
En su versión del Génesis, Pradelli y Cross se remontan al tiempo anterior a la Creación, cuando Dios estaba solo en el Universo, y «vivía atribulado porque quería oír». Es este deseo el que lo lleva a crear todo lo que existe, para escuchar romper las olas, el canto de los pájaros, las voces humanas. En la misma línea, en el relato «El diluvio», de Carlos Chernov, Noé se da cuenta de que Dios necesita a alguien con quien hablar: «se sentía muy solo; pobre, era el dios de una religión monoteísta.»
Entre las narraciones que continúan se incluye «La torre de Babel», de José Pablo Feinmann. Detrás del velo satírico, en este relato el lector encuentra al protagonista –un irlandés de nombre Sean Nolan– interpelado por un Dios que no sólo no está orgulloso de su creación, sino que confiesa: «He creado una raza de imbéciles que se destruyen a sí mismos. Asco me dan. ¡Diablos, qué mal me han salido!»
Juan Martini, por su parte, encara el libro de Judit, y la historia de la atractiva viuda que usa sus encantos para infiltrarse en el campamento del enemigo y acabar con su jefe, Holofernes. El escritor rosarino trae a escena un tribunal que interpela a la heroína y pone en tela de juicio la moral del Dios que actúa en su nombre. De este modo, abundan en el volumen los ejemplos en que la imagen del Todopoderoso, lejos de la perfección y la benevolencia, adolece de defectos y pasiones más cercanos a la esencia humana que a la condición divina. Y en consecuencia, la lectura de esta versión de las escrituras logra enfatizar y desmitificar aspectos autoritarios y anacrónicos de la religión, de la relación del hombre con Dios según el Antiguo Testamento, a la vez que recrea las escrituras bajo el signo de los tiempos actuales. No hay que olvidar que las historias bíblicas remiten a una época lejana, en la que el culto a un Dios único competía aún con la adoración a múltiples dioses.
En el prólogo a La Biblia según 25 escritores argentinos, Angela Pradelli y Esther Cross escriben lo siguiente: «El Antiguo Testamento, colmado de profecías, es también una profecía de todos los libros que le siguieron y le seguirán. Los libros descienden de los libros y parece que la Biblia es el pariente más remoto pero también el más cercano.»
Si bien la Biblia en su conjunto se escribió a lo largo de alrededor de mil años y abarca gran número de formas narrativas, lo que da por resultado un conjunto diverso, esta antología –al apoyarse en la memoria y la tradición del texto de referencia– goza de cierta unidad. Porque así como los autores parten de relecturas y recuerdos, de igual manera, esta «Biblia argentina» dialoga con las asociaciones de cada uno en relación al libro sagrado. La historia de la Creación y las vicisitudes de los vínculos entre los pueblos, las personas y sus dioses, trae a un primer plano la complejidad de las pasiones y las debilidades de la única especie que es consciente de la propia muerte. En tiempos de abundancia de conexiones virtuales, veloces y efímeras, esta lectura deja la apaciguadora vivencia de acercarnos a la condición humana.