Cultura Perfil, 18 de octubre 2020, María José Eyras.

Idea, compilación y prólogo: Manuela Barral.
Traducciones: Virginia Higa, Juan Javier Negri.
Editado por Rara Avis y Fundación Sur.
Primera edición: agosto de 2020.
En una de sus cartas, Victoria Ocampo le escribe a Virginia Woolf:
Si hay alguien en el mundo que puede darme valor y esperanza, es usted. Por el simple hecho de ser lo que usted es y de pensar como usted piensa. Y es a partir de esta declaración que puede pensarse la relevancia de Correspondencia, Victoria Ocampo-Virginia Woolf, publicada por Rara Avis y Fundación Sur. No sólo porque la argentina sitúa a la inglesa en un rol de guía, de faro, sino porque el libro da cuenta de una Victoria Ocampo que –más allá de amores o prejuicios en torno a su figura– es primera lectora en América de Un cuarto propio, editora de este ensayo que se adelanta a su época y pionera en la interpretación del pensamiento de Woolf.
En el prólogo, “Las damas del unicornio” –referencia a la famosa serie de tapices medievales, y también imagen elegida por Victoria para aludir a Virginia–, Manuela Barral, compiladora del volumen, introduce al lector en la historia de la relación de estas dos escritoras. Es Ocampo quien busca y localiza a Woolf, en Londres, en 1934, en una exposición del fotógrafo Man Ray, atraída por la lectura de Un cuarto propio. Por fin ha encontrado expresadas con claridad las dificultades que conlleva el contexto patriarcal para una mujer que busca abrirse paso en el campo intelectual, entonces de neta preponderancia masculina. Woolf señala la falta de una clara tradición de escritoras mujeres en la literatura de Inglaterra desde Shakespeare y la influencia de las opiniones ajenas en el ánimo de los artistas, acaso las personas más afectadas por lo que dicen los demás. También alienta a las mujeres a escribir y les pide que aborden toda clase de libros, novelas, ensayos, crónicas y particularmente sus propias vidas y vínculos. En la Argentina de los años treinta ¿cómo lograría Victoria el estado mental propicio para la creación que Virginia Woolf describe en su ensayo como “la mente incandescente”? Es un estado muy particular, que ha suprimido toda emoción violenta, todo resentimiento.
Cuando Ocampo conoce a Woolf, ésta tiene cincuenta y dos años y ya es una escritora consagrada, una personalidad en el mundo de las letras. Ella, en cambio, recién ha presentado sus dos primeros libros y algunos artículos para La Nación.
No es de extrañar que la lectura de Un cuarto propio haya sido decisiva en su ánimo y decisión de escribir. Después de sus primeras publicaciones y de recibir varias críticas negativas, Victoria no ha vuelto a publicar. Pero luego del encuentro con Virginia en 1934, en 1935 entregará una vez más a la imprenta una obra suya.
El libro que nos ocupa reúne los materiales que permiten reconstruir la relación entre estas dos pioneras de la cultura. Por un lado, incluye sus cartas. Y, como señala Manuela Barral en el prólogo, “Si bien se trata de un epistolario breve y parcial, su reconstrucción es fundamental para comprender los hilos de este vínculo entre dos mujeres escritoras y editoras.” Por el otro, rescata dos textos clave de Ocampo: Virginia Woolf en su Diario, escrito cuando Leonard Woolf publica el Diario de una escritora en 1953 y la “Carta a Virginia Woolf”, que elige a modo de prefacio al primer tomo de sus Testimonios, además de facsímiles de manuscritos inéditos.
La inclusión y reunión de estos textos, la concepción misma del libro, documenta con eficacia la importancia de haber conocido a Virginia Woolf en la vida y la escritura de Victoria Ocampo. Ilumina lo que ella llama “su hambre” –de estímulos, de tradición, de libertad– y refleja la situación de las mujeres de su condición en tiempos de entre guerras. Una lectura que permite historiar el fascinante y nunca sencillo avance de una nueva conciencia de género, al mismo tiempo que disfrutar de la prosa, fresca y cotidiana, de la correspondencia entre sus protagonistas.